Senderos de Gloria


Hola de nuevo a todos jodidos lectores. Hacía tiempo que no escribía por estos lares. No prometo nada, pero intentaré volver a ser más constante con mis posts. No obstante, siempre podéis deleitaros con mi colega SoldieRyan, que nunca nos deja indiferentes.

Hoy que Europa vive una era de tinieblas e incertidumbre os traigo una película de aquellas que ya forman parte de la cultura cinematográfica. Un clásico del cine bélico que cuanto menos nos hace reflexionar sobre el sin sentido de la guerra. Y en estos tiempos belicosos ¿Qué mejor filme que este?

Senderos de Gloria (1957) es una película que fue dirigida por Stanley Kubrick. Fue el cuarto trabajo del director neoyorquino, que ya había empezado a darse a conocer con su anterior filme Atraco Perfecto (1956). Quizá por ello, el consagrado actor, Kirk Douglas, se fijaría en el prometedor director, jugando un papel decisivo en su realización. Kirk Douglas uilizaría su influencia en Hollywood para sacar el proyecto adelante, consiguiendo que la distribuidora United Artist financiara la película. Finalmente, con el problema del presupuesto resuelto, la productora del actor, Bryna Productions, realizaría el proyecto.

La película fue acogida por la crítica del momento de manera muy positiva. Sin embargo, dada su temática anti-militarista, la distribuidora no se atrevió a presentarla en Francia hasta el 1975. A España, que por aquel entonces estaba inmersa en plena dictadura franquista, no llegaría a proyectarse hasta 1986.



Senderos de Gloria se desarrolla en Francia durante la Primera Guerra Mundial. La cinta nos describe de manera cruda la Guerra de Trincheras. Una guerra de posiciones en la que apenas se conseguía avanzar en la conquista, y el desgaste de ambos bandos era habitual . Este rasgo tan característico queda retratado en el infructuoso ataque a la Colina de las Hormigas que se representa en el filme. Por otro lado, la película también nos muestra la estupidez, frialdad y crueldad de los altos oficiales a la hora de decidir sobre las vidas de sus soldados rasos. Una actitud carente de empatía que se reproduce a lo largo de toda la reproducción.

El film se divide en tres actos bien diferenciados que, gracias a una gran cohesión efectuada por el director, se desarrollan de tal forma que dejan todo bien cerrado.

En el primer bloque distinguimos dos escenarios que chocan de manera radical. En primer lugar, vemos el lujoso castillo donde los Generales Mireau (George MacReady) y Broulard (Adolphe Menjou) planean una misión imposible. El segundo, una larga trinchera que, representada con la técnica del travelling, nos muestra la dura realidad del frente. Soldados hastiados y resignados que aceptan la coyuntura que les ha tocado vivir, en unas estrechas y sucias trincheras donde se amontonan como el ganado antes de morir. Tampoco pasa desapercibida la figura del General Mireau. Un ejemplo del cinismo que hay en la jerarquía militar. Prueba de ello, es la conversación que mantiene con el Coronel Dax (Kirk Douglas), donde critica a los altos oficiales por su manera de llevar las guerras desde los despachos, siendo él precisamente uno de sus máximos exponentes. Por otro lado, tenemos al Coronel Dax que representa todo lo contrario. En él vemos un oficial realmente preocupado por sus tropas, y que no duda en mostrar su desaprobación con el inalcanzable objetivo, y la parafernalia nacionalista que busca justificar la suicida maniobra militar.





En el segundo bloque, tras el fracaso de la toma de la colina, tres soldados tienen que pasar un Consejo de Guerra acusados de cobardía frente al enemigo. Un castigo que recuerda al decimatio romano, que se practicaba como método para disuadir a las tropas de posibles actos de cobardía o amotinamiento. En cualquier caso, los tres soldados son acusados injustamente, siendo los cabezas de turco que pagarán por los errores del General Mireau. En este caso, Kubrick vuelve a representar de manera sublime la extrema diferencia que hay en la jerarquía militar durante el juicio. Allí se vale de un suelo que simula un tablero de ajedrez, donde los tres acusados se presentan como meros peones que necesariamente se sacrificarán por una victoria que nadie sabe si llegará. La escasa empatía y rigurosidad a la hora de juzgarlos transforma el juicio en una pantomima protocolaria que pone de manifiesto una paradoja: la justicia impartiendo injustica.

El tercer acto, después de la ejecución de los tres soldados, es posiblemente donde la crítica al nacionalismo, al militarismo y al funcionamiento del ejército alcanza su máxima rotundidad. En la conversación final entre el Coronel Dax y el General Broulard se evidencia tal afirmación. Después de que Dax pusiera en jaque la posición del General Mireau, Broulard insinúa un oculto interés de Dax por el puesto de Mireau. Dax se ofende, y el general muestra su decepción con él, expresando ese viejo tándem que no sólo se aplica al ejército y la guerra: “El fin justifica los medios” ¿Qué es sino el nacionalismo o el ejército? Finalmente, en la escena final vemos una bella metáfora sobre las consecuencias de estos medios que justifican el fin. Un montón de soldados franceses reunidos en una taberna, escuchan, en un silencio solemne, el canto de una mujer alemana que había caído prisionera. El cansancio y dolor que la guerra ha causado a ambos bandos quedan encarnados, hermanándolos bajo un mismo sentimiento que el nacionalismo siempre ha tratado de destruir en estas contiendas.

La obra de Kubrick es una brutal crítica al militarismo y al patriotismo. Algo que también veríamos en La Chaqueta Metálica (1987). Algo que no puede dejarnos indiferente, ya que como ciudadano estadounidense, viviría una guerra fría llena de conflictos bélicos en los que los EEUU estarían involucrados. Por otro lado, Senderos de Gloria es una película que a modo documental nos aproxima de modo explícito a lo que fue la Guerra de Trincheras. Una guerra erosiva, donde era adelantar líneas, y que en consecuencia, produjo un número garrafal de bajas. Se dice que el horror de la Guerra de Trincheras dejó a los hombres de la Primera Guerra Mundial en un estado físico y mental terrible. Fue tal su magnitud que muchos de los supervivientes nunca pudieron volver a integrarse en la sociedad, y por ello, los puestos de trabajo que antes tenían pasaron a ser ocupados por mujeres. Esto a su vez les dio cierto poder para que durante los años posteriores conquistarían el sufragio femenino. Vista la escena de la toma de la colina de las hormigas ¿Quién puede negar el impacto que las batallas produjeron en esa generación?

Balcerx
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