Decía el poeta García Lorca "Yo he hecho más daño con mi pluma, que algunos con sus pistolas". No le faltaba razón al señalarlo cuando sus poemas rezumaban una fuerte crítica al conocido cuerpo de la Guardia Civil, por lo que en parte también perdió su vida. Sin embargo, el granadino dio en la diana con tal afirmación, y es que pronto la derecha se daría cuenta de que si dominaba el arte de la pluma, la sociedad sería más fácil de controlar. La pluma no sólo como instrumento para crear literatura a fin a los valores que les interesaba. También para mostrar una imagen sesgada de los hechos, siendo los periódicos los máximos exponentes de ello. De esto es de lo que se encargan los medios de comunicación al fin y al cabo. Comunicar tiene estas cosas, que puedes elegir el cómo, y el qué.
Tampoco podemos pasar por alto lo que Napoleón afirmó una vez. A pesar de su aversión a la iglesia y sus privilegios reconoció que "un cura le podía ahorrar 300 gendarmes". Casualmente, los curas, aunque su monopolio de la cultura y la educación empezaba a cambiar de manos, seguían siendo un elemento clave para educar y adoctrinar a la sociedad en unos principios serviles. Así lo desvelaría uno de los filósofos de la sospecha: Nietzsche. Una "religión de esclavos" la denominó. Obviamente si enseñamos a la gente a agachar la cabeza para obtener una supuesta redención será más difícil una rebelión por su parte. Para eso sirve la educación, para formar a la gente en ciertas materias, a la vez que introduce unos valores que serán el pilar fundamental en nuestra vida adulta.

Hoy en día creamos islas. A la vista está como se comporta esta sociedad. Los medios de comunicación, que son los mayores educadores de este país, han conseguido crearlas. Todo al servicio de la sociedad del consumo. Han creado consumidores y no ciudadanos. Mientras miles de profesores y profesoras se esfuerzan en todo lo contrario, los medios comunicación tiran por tierra su trabajo fabricando consumidores.


Lo más curioso de estas islas es que todas comparten el mismo espíritu. Ser diferentes a través del consumo. Ya no importa el continente, sólo su terreno. La conciencia de comunidad pública se transforma. Todo queda reducido al ámbito privado. La libertad de pensamiento desaparece, queda la de expresión, y por supuesto, la de consumo. Tu eres libre para elegir lo que quieras, pero yo te voy a decir lo que quieres. Para eso te lo ofrezco, para eso te lo vendo. Nos transformamos en una comunidad de personas aparentemente diferentes, pero que comparten ese espíritu. Al final, todos diferentes para ser iguales. Salvamos la individualidad material y terrenal, pero no la mental. Porque la mental sólo se salva cuando eres lúcido, y las personas no nacemos lúcidas. Aprendemos a serlo a través de la educación, porque esta es la que nos debe dar los métodos para seguir pensando. Pero si la educación es como la de ahora, que no nos hace preguntas, sólo nos da las respuestas, ese menester se disipa hasta desaparecer.
Hasta ahora he hablado de todo esto en un tono negativo. No lo hago por azar. Creo que la sociedad del consumo nos vuelve personas superficiales, que van perdiendo la empatía, y sobre todo, en personas infelices. El hecho de que los medios de comunicación se utilicen de un modo que no sólo enriquecen a unos pocos, no sólo es el motor de nuestra economía, también crea necesidades que antes no teníamos. A base de estimular nuestros deseos, nos convierten en seres que jamás consiguen hallar una felicidad plena porque siempre habrá un producto que no tengamos. Un producto que no necesitamos, pero que creeremos necesitar, y cuando lo obtenemos, volvemos a desear otro que no poseamos. Así se produce la acumulación de objetos en un lugar de nuestros metros cuadrados. Jugaremos con ellos los primeros días pero quedarán apartados y olvidados. Cómo nosotros mismos en nuestras islas. Cómo nuestras respuestas.
Llegados a este punto la cuestión es la misma ¿Debemos potenciar la comunidad, o la individualidad? ¿Islas o continente? ¿Consumidores o ciudadanos? La comunidad, sin lugar a duda. Los ciudadanos son individuos libres integrados en una comunidad pública. Esto quiere decir, que participan en la vida pública, que no se abstraen en una vida terrenal y banal en sus islas. Ellos están en el continente y no necesitan consumir para hacer ostentación de nada, porque lo material queda reducido a satisfacer las verdaderas necesidades básicas. Ellos siendo parte de un todo, salvan su individualidad porque no es la ostentación lo que marca la diferencia. Es su forma de ser, sus pensamientos, sus ideas. No necesitan ideas preconcebidas, ni roles culturales establecidos y difundidos, pues ellos son creadores y dueños de la cultura. Porque la cultura no se consume, se conoce, se disfruta, se crea. Ellos no necesitan respuestas, porque saben hacerse las preguntas.
El problema de nuestra sociedad es que todavía no ha aprendido a distinguir entre lo material y lo mental. Por ello en parte se potencia. Todavía sigue siendo aceptado que la felicidad es una cuestión de cuánto se tiene, y de qué se tiene. No se han dado cuenta de que lo material es un mero instrumento para llegar a un fin, no un fin en si mismo. Como tampoco se han planteado que lo único que tenemos para vivir son respuestas, pero no preguntas que nos hagan darle a nuestra vida más sentidos.
Saludos jodidos de Balcerx ;D
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ResponderEliminarEspectacular! De lo mejorcito que he leído.
ResponderEliminarY pensar que esto lo escribí como hace 2 años... jajajaja
EliminarSaludos